El estorbo de una demografía injusta para una transición justa

Texto
Luis A. Avilés,
Escuela Graduada de Salud Pública, UPR – Río Piedras

Arte
Camilo Carrión

El estorbo de una demografía injusta para una transición justa

la norma dura, pero justa, es que, si las ideas no funcionan, debemos descartarlas.
No gastes neuronas en lo que no funciona. Dedica esas neuronas
a ideas nuevas que expliquen mejor los datos. 

Carl Sagan (1997)

Puerto Rico, 1922: Dos décadas antes de convertirse en gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín pensaba la isla como “una balsa a la deriva, con 1,300,000 víctimas quienes arañan, muerden y patean a los demás para poder obtener las pocas provisiones que hay abordo” y que urgía “reducir el número de bocas que alimentar, el número de pies que calzar, el número de cuerpos que abrigar y el número de niños que educar” (Ramírez de Arellano & Seipp, 1983, capítulo 2).

Puerto Rico, 2015: Puerto Rico y Grecia fueron consideradas como balsas a la deriva en una odisea de retos financieros ocasionados por décadas de despilfarro gubernamental y una deuda insostenible (Frumes & Mead, 2015). El escollo poblacional no se contempló como parte del panorama económico en ninguno de estos dos países. 

Puerto Rico 2021: A raíz de los resultados del censo del 2020, la situación demográfica ocupó primeras planas de periódicos con titulares La población de la isla experimenta dramática caída de un 11.8 % (El Nuevo Día, 2021a), Censo: drástica baja de menores de 18 años (El Nuevo Día, 2021b) y Pueblos del sur son los más golpeados por la baja poblacional (El Nuevo Día, 2021c). Un periódico de Miami hizo alusión a la tragedia de un huracán al publicar el reportaje “Una nueva María”: la disminución poblacional de Puerto Rico es una crisis para la isla (Ortíz-Blanes, 2021).

En materia de población, aparentemente Puerto Rico lo ha vivido todo, lo ha sufrido todo y lo ha intentado todo. Ya van cien años de intervenciones gubernamentales para enfrentar los desafíos –reales o imaginarios– de haber sido un país sobrepoblado y de ahora encarar nuevas crisis por ser islas que se vacían. Cualquier ejercicio de pensar e imaginar nuestro futuro no debe relegar el caudal de experiencias que provee un siglo de erráticas y erradas políticas de población.

Puerto Rico 2050: Ésta es la fecha para la cual el país produzca “el 100 % de su energía a través de fuentes renovables” (Ley 17 de 2019). Esta meta fue originalmente propuesta por la organización Queremos Sol y luego adoptada por la legislatura de Puerto Rico. Esta meta se adoptó luego de que la experiencia de los huracanes Irma y María demostrara que la transformación energética es un asunto de vida o muerte (Santiago, Onís & Lloréns, 2020). En Escocia, Noruega, Alemania y Canadá, la justificación de una transición justa es diferente, el interés en sustituir sus industrias de combustibles fósiles va acompañado de planes de garantías de fuentes de empleo para quienes trabajan en dichas industrias (Pinker, 2020). En América Latina, se debate cómo reorientar las políticas de desarrollo, que hoy se basan en variantes del extractivismo, a tono con las exigencias de justicia social y justicia ambiental (Gudynas, 2011a). En estas propuestas de transición, sobresale una ausencia de consideraciones demográficas. 

Ya que Puerto Rico es un lugar ideal para adoptar una propuesta de pacto verde (Kaufman, 2019), nuestro conocimiento demográfico debería servir de plataforma para repensar los proyectos de transiciones justas. Esto requiere criticar nuestro pensamiento demográfico para que siga una norma de cualquier ciencia –en palabras del astrofísico Carl Sagan, descartar las ideas que no funcionan y dedicar neuronas a ideas que expliquen mejor los datos. Este capítulo presenta una serie de deficiencias y sesgos del conocimiento demográfico en Puerto Rico que se levantan como un estorbo para diseñar y alcanzar una transición justa. Tales deficiencias no son inherentes a la ciencia de la demografía, sino al tipo particular de demografía que se practica en Puerto Rico, la cual ha abrazado un conservadurismo colonial que no contribuye a la solución de nuestros problemas fundamentales. Este tipo de demografía constituye un estorbo para una transición justa pues ofrece un mal ejemplo de lo que es una ciencia, recomienda políticas públicas nocivas y no ayuda a vislumbrar ni a aglutinar esfuerzos para alcanzar futuros alternos.

El inconsciente demográfico

Los resultados del censo del 2010 demostraron que el número de habitantes en las islas de Puerto Rico se redujo por primera vez en más de un siglo y, por lo tanto, Puerto Rico se enfrentaba al velorio de la sobrepoblación (Avilés, 2019). El alarmismo típico de la demografía no cesó, sino que buscó nuevas causas. La reducción en el tamaño de la población se consideró como una nueva “bomba demográfica” (García Pelatti, 2014), no se podía esperar por otra década para atender la crisis demográfica (Figueroa, 2020) y se vaticinó un progreso económico “bien escabroso” debido a la reducción de la población infantil (Rivera Clemente, 2019). 

Puerto Rico se deshizo de una obsesión demográfica para abrazarse a otra. En un año tenía un problema de sobrepoblación, al año siguiente tuvo el problema de un país que se vacía. Con un par de excepciones, los profesionales de la demografía y la planificación no se percataron de los signos que contradecían la expectativa del continuo crecimiento de la población. Una nueva obsesión demográfica hizo que se ignorara el vínculo causal entre el ayer y el hoy. La balsa que una vez estuvo a la deriva ya llegó a la tierra firme de la utopía muñocista, se alcanzó la meta anhelada de tener menos bocas que alimentar. No conozco que en estos diez años se haya presentado una reflexión seria para explicar cómo es que, si hoy habitamos el país que se deseó y se planificó, estamos en crisis.  

En la falta de capacidad reflexiva para reconocer la sustitución de una obsesión demográfica por otra, se encuentra “el inconsciente de la disciplina”, término que usa Bourdieau (1996) para referirse al olvido de la historia que hace que los conceptos y métodos se presenten como verdades naturales que no son el producto de situaciones históricas. En el inconsciente de la demografía francesa, se encuentra una obsesión con la cantidad de ciudadanos de origen extranjero (Liauzu, 1999; Le Bras, 1998) y actitudes conservadoras que pretenden analizar la realidad de un país cambiante con conceptos y métodos fosilizados (Le Bras, 2008b). Ese conservadurismo demográfico también se observa en el mundo angloparlante en el que se ha lamentado que la demografía se mantenga al margen de nuevos debates y tendencias en las ciencias sociales (Szreter, Sholkamy & Dharmalingam, 2004; Riley & McCarthy, 2003).  

El inconsciente demográfico en Puerto Rico tiene un carácter igualmente conservador, pues una resistencia a posicionarse teóricamente dificulta el uso de conceptos y métodos innovadores ante una realidad cambiante. Si la historia social de una ciencia ayuda a identificar y a enfrentar su inconsciente –como afirma Bourdieau (1996), en los libros Colonialism, Catholicism and Contraception: A History of Birth Control Methods in Puerto Rico (Ramírez de Arellano & Seipp, 1983), Labor Migration under Capitalism: The Puerto Rican Experience (Centro de Estudios Puertorriqueños, 1980) y Reproducing Empire: Race, Sex and U.S. Imperialism in Puerto Rico (Briggs, 2002) y en el documental La Operación (García,1982), encontramos argumentos que revelan el carácter colonial de nuestros múltiples proyectos poblacionales. El conservadurismo colonial es el elemento definitorio de nuestro inconsciente demográfico. 

Aunque haya resistencia a admitirlo, los enfoques demográficos de Puerto Rico en pleno siglo 21 permanecen esposados a las creencias del británico reverendo Malthus del siglo 19. Las perspectivas maltusianas defienden un crecimiento económico sin límites (Kallis, 2019), pero temen que el progreso sea obstaculizado por un aumento en la demanda de bienes o de servicios sociales, lo cual puede constituir una carga insoportable para la sociedad (Gibson, 1989)1. Para los maltusianos de la época Muñocista, el crecimiento económico se veía amenazado por el crecimiento de la población. Para los maltusianos contemporáneos, el envejecimiento de la población y su consecuente demanda de servicios sociales y de salud, constituye una amenaza para el futuro del país. Hace medio siglo, José Consuegra (1969, p. 20) catalogaba el razonamiento maltusiano como un sofisma de distracción que evitaba que se buscaran –en la estructura de la economía– las causas de la miseria, la explotación y la dependencia, pues concentraba su atención en el crecimiento de la población. Como consecuencia, irremediablemente, termina apoyando causas injustas. 

Demografía injusta

Para evidenciar las injusticias de nuestras perspectivas demográficas, tomo como ejemplo los informes elaborados por mandato de la Ley de Reto Demográfico (Ley 199 de 2010). Estos informes promueven políticas públicas que ignoran nuestros problemas estructurales y crean la ficción de las crisis de baja natalidad y del envejecimiento de la población. 

Falla sísmica demográfica: ignorar los problemas estructurales

El lamento de que la demografía es “todo método y nada de teoría” (Greenhalgh, 1996) reconoce que sin una base teórica se dificulta ofrecer explicaciones causales a los fenómenos poblacionales. El enfoque ateórico y ahistórico de los informes mencionados intenta explicar fenómenos poblacionales a partir de decisiones estrictamente individuales. En estos informes, se observa una “falla sísmica” que separa lo individual de lo estructural y concibe las políticas sobre el cuerpo, la sexualidad y la reproducción como separadas por un abismo que tienen las políticas del desarrollo social, por un lado, y los procesos económicos globales, por otro (Petchseky, 1995). 

Una de las aspiraciones del informe titulado Progreso de iniciativas orientadas a revertir la tendencia de reducción poblacional de Puerto Rico (Comité de Reto Demográfico, 2019) consiste en “promover seguridad de ingreso y empleo”. Ya que para esta serie de informes los factores estructurales no existen, la seguridad de ingreso y empleo se alcanza sin intervenir con la actual desigualdad de ingreso, ni con las reformas neoliberales en el sector laboral o sin alterar las políticas de austeridad. El economista y planificador Edwin Irizarry Mora presenta un cuadro distinto, él explica la situación de ingreso y empleo en el país a partir de la “raquítica capacidad para producir riqueza endógena” combinada perversamente con el colonialismo que impone restricciones adicionales para reorientar nuestra economía. (García Pellati, 2020). 

La ficción de la crisis de baja natalidad 

Los informes del Reto Demográfico desplegaron alarmismo desde su primer artículo, titulado ¿Nacerán niños en Puerto Rico para el año 2040? (Hernández, 2013). Sus modelos matemáticos de proyecciones de nacimientos ofrecen datos absurdos: ya sea para el 2025 o para el 2043 en Puerto Rico habrá cero nacimientos. Aunque el autor del artículo termina favoreciendo otro modelo matemático, que estima en cerca de 15,000 los nacimientos para el 2043, al país se le comunica con rigor numérico el año en que 100 % de sus úteros serán inservibles (Tabla 1). 

Los más recientes informes del Comité de Reto Demográfico (217, 2018, 2019) recomiendan políticas pro-natalidad que carecen de justificación alguna. Estas políticas son consistentes con la exposición de motivos de la Ley de Reto Demográfico que afirma que “a menor tasa de natalidad y mayor tasa de envejecimiento, más lento será el desarrollo económico de Puerto Rico”. Esta creencia parte de premisas falsas. Cuando el producto interno bruto (PIB) aumenta a consecuencia del aumento en la población y no como un aumento en el PIB per cápita, explica Piketty (2014, p.72), no se produce mejoría alguna en el estándar de vida. Tras múltiples informes, una pregunta demográfica básica permanece sin contestar, ¿por qué una baja natalidad es sinónimo de crisis? 

La ficción de la crisis del envejecimiento poblacional

Que la población en Puerto Rico ha envejecido, es un hecho irrefutable. Que estemos enfrentando una crisis por el envejecimiento de la población, es una aseveración cuestionable. Desafortunadamente, uno de los informes de la Ley de Reto Demográfico utiliza las ideas maltusianas para justificar medidas neoliberales como forma de enfrentar la crisis del envejecimiento poblacional. En un lenguaje que evoca al propio reverendo Malthus, se afirma que “el envejecimiento acelerado de la población” representa una “presión demográfica” que nos plantea “el desafío de reformar nuestros sistemas de retiro” (Ruiz Cora, 2013). El conservadurismo demográfico que induce a error en este argumento amerita examinarse con cierto detalle. 

La supuesta presión demográfica de los adultos mayores se documenta utilizando el índice de dependencia, una estadística que aspira a cuantificar la relación entre la población potencialmente dependiente y la potencialmente independiente. Mientras mayor sea el índice de dependencia, mayor es la cantidad de personas económicamente dependientes que 100 trabajadores tendrían que sustentar (Weeks, 2008, p. 317). Los artículos del informe que usaron algún índice de independencia (Ruiz Cora, 2013; Morales, 2013) escogieron el índice de dependencia de la vejez (cantidad de personas de 65 años o más en relación con la cantidad de personas entre 15 y 64 años), sin ofrecer explicaciones para descartar otros índices de dependencia. Para Puerto Rico, ese índice de dependencia de la vejez aumentó al doble en 40 años, de 11.5 en 1970 a 22.6 en 2010 (Gráfica 1).

Desde hace décadas se conoce la diversidad de índices de dependencia existentes y se ha advertido que la falta de claridad al seleccionar un índice sobre otro puede inducir a asumir posturas maltusianas (Gibson, 1989). El índice de dependencia de la vejez es uno que seriamente distorsiona la situación de dependencia (Adamchak & Friedmann, 1983) ya que su propia fórmula excluye la población infantil que también es económicamente dependiente. La crítica al uso del índice de independencia de la vejez no ha sido un evento aislado, pues varios autores han reiterado su validez para los casos de Estados Unidos (Gibson, 1989), Canadá (Gee, 2000, p. 10) y Puerto Rico (Avilés, 2019, p. 48). El uso de un índice de independencia total, diferente al índice de dependencia de la vejez, revela una tendencia diferente a la planteada en el informe del Reto Demográfico (Gráfica 2). La población económicamente dependiente se ha reducido consistentemente de poco más de 75 en el 1970 a poco más de 50 personas por cada 100 personas en edad de trabajo (15-64 años). Cualquier carga del aumento en la población de adultos mayores ha sido contrarrestada por la carga de una decreciente población infantil.

Un mejor índice de dependencia se obtiene al considerar la cantidad de personas que no trabajan ya sea por edad o por cualquier otra razón y la cantidad de personas con empleo (Adamchak & Friedmann, 1983; Gibson, 1989), al que me referiré como el índice de dependencia de la población no empleada. Los datos para esta fórmula están ampliamente disponibles, pues se calculan a partir de la población general anual de Puerto Rico y el estimado anual de personas empleadas producido por el Departamento del Trabajo. El índice de dependencia de la población no empleada contradice la idea de la crisis del envejecimiento de la población (ver Gráfica 3). A pesar de que la población de Puerto Rico experimentó un crecimiento continuo en su población de 65 años o más desde el 1970, el índice de dependencia de personas no empleadas experimentó varias fluctuaciones considerables en ese mismo periodo. Es importante notar el aumento en el índice de dependencia de la población no empleada que ocurrió a partir del 2006, precisamente el año del inicio de la depresión económica sostenida de Puerto Rico. La afirmación de que el envejecimiento de la población ha ocasionado un aumento en el índice de dependencia es una conclusión que no se fundamenta en datos y, por lo tanto, debería descartarse. 

El estorbo de la demografía

Los proyectos que aspiran a alcanzar una utopía real, como los proyectos de transiciones justas, requieren de una ciencia social que genere el conocimiento científico relevante sobre cómo funciona el mundo, para que dicho proyecto pueda materializarse (Wright, 2010). Para cumplir con dicha misión, la ciencia social tiene que ser capaz de diagnosticar y criticar el mundo como existe en su actualidad y estar apta para imaginar una alternativa que sea viable. Si como he ilustrado, la ciencia de la demografía estorba el proyecto de una transición justa al tener varias deficiencias en su diagnóstico y crítica del mundo actual, un estorbo adicional lo constituye su limitada habilidad de imaginar y proponer un futuro diferente. 

Quienes defienden los proyectos de transiciones justas reconocen la existencia de obstáculos políticos en el proceso de adoptar la transición como política pública, lo que depende del apoyo obtenido entre el sector obrero y en otras comunidades (Pinker, 2020). En el caso de Puerto Rico, la demografía obstaculiza una etapa previa, el propio diseño de un proyecto de transición justa. Para que dicho proyecto sea coherente y creíble hace falta asegurarse que sea uno deseable, viable y alcanzable (Wright, 2010). En la medida en que la demografía se mantiene esposada a las creencias maltusianas que conciben un Puerto Rico en crisis debido al estancamiento económico o a la disminución de su población, la propia ciencia de la demografía defiende principios antagónicos a las transiciones justas y dificulta los debates necesarios para forjar proyectos de transición.  

La publicación de los resultados del censo 2010 avivaron los planteamientos sobre el ideal de crecimiento económico, prácticamente equiparado con el crecimiento de la población. La disminución de la población, se lamentan algunos, trae consigo una disminución de fondos del gobierno federal de Estados Unidos, los cuales se consideran como absolutamente necesarios ante nuestra precaria situación económica (Figueroa, 2021). Muy poco ayuda la demografía a vislumbrar un futuro alterno si vive apegada a una idea que contradice nuestra experiencia de décadas, que una mayor cantidad de fondos del gobierno federal resulta beneficiosa para el país. Heredera de toda una tradición que justificó los proyectos imperialistas del control poblacional, los profesionales de la demografía en Puerto Rico elaboraron el informe Progreso de Iniciativas Orientadas a Revertir la Tendencia de Reducción Poblacional de Puerto Rico (Comité de Reto Demográfico, 2019) como si fuese posible revertir la reducción poblacional en un país inmerso en una seria crisis económica y fiscal. A pesar de su título, el informe no contiene evaluación alguna del progreso en revertir la reducción poblacional. Muy poco puede contribuir la demografía a pensar en futuros alternos para Puerto Rico cuando no es capaz de ver que múltiples países, regiones y ciudades de diversos continentes que han experimentado un decrecimiento poblacional, no intentan revertir dichas tendencias, sino que las aprovechan para reorientar las prioridades de su planificación económica, urbana y ambiental (Heim LaFrombois, Park & Yurcaba, 2019; Hollander & Németh, 2011; Ortiz-Moya, 2018; Souza & Pinho, 2013).

Para que la ciencia de la demografía que se practica en Puerto Rico sea pertinente ante algún proceso de transición justa, o para cualquier proceso de diseñar un futuro alterno para el país, debería comenzarse por examinar su pasado y realizar cambios institucionales y teóricos. El conservadurismo de una disciplina anclada a los mismos conceptos, métodos, y objetos de estudio es en parte el resultado de la separación típica de los programas de demografía del resto de las ciencias sociales (Greenhalgh, 1996). Para que la demografía supere su insularismo académico, haría falta establecer vínculos institucionales que le permitan enriquecerse con los debates intelectuales de otras disciplinas, en especial, aquellas que fomentan perspectivas críticas, históricamente marginadas por la propia demografía. La ausencia o debilidad de teoría es inexcusable, lo que equivale a afirmar que un raquitismo teórico no puede ser compensado por una musculatura metodológica (Avilés, 2019, p. 169). Una demografía que se abra a corrientes teóricas transformaría sus propios objetos de estudio y sus métodos. Por ejemplo, una demografía informada por una perspectiva de economía política (Greenhalgh, 1990) tendría que: (1) estar atenta a su dimensión geográfica y reconocer la interconexión de los fenómenos poblacionales en la escala local, nacional, regional y global; (2) reconocer su dimensión histórica y buscar causas de los fenómenos poblaciones en procesos que nos anteceden; (3) observar dimensiones políticas que tradicionalmente están ausentes en la disciplina; (4) identificar factores causales a nivel macroestructural; y (5) hacer un esfuerzo por diversificar sus métodos de investigación para que incluyan, entre otros, métodos etnográficos, históricos o discursivos. Una demografía reconstruida de esta forma se alejaría de la arrogancia que históricamente ha sostenido al decirle a los individuos que están actuando irracionalmente y que sus decisiones, sobre la cantidad de hijos a tener o sobre si permanecen o no en Puerto Rico, terminarán perjudicando al país.  

Conclusión

La experiencia poblacional de Puerto Rico ofrece una plataforma sin igual para criticar lo que ha sido nuestra demografía como precondición para reconstruirla y hacerla relevante para nuestro presente y futuro. Lamentablemente, en este momento se hace difícil encontrar signos que evidencien interés en iniciar las transformaciones necesarias. Precisamente, en eso consiste su conservadurismo colonial, en ser tan fiel a la disciplina que no se percibe la necesidad de un cambio de paradigma y se desprecian las voces que exigen los cambios necesarios. Nuestra ciencia demográfica, ha sido incapaz de cumplir con lo mínimo que se le pide a una ciencia, que cuando las ideas no funcionan se tienen que descartar. Una demografía que afirma que el aumento en natalidad o en crecimiento económico es sinónimo de calidad de vida o que el envejecimiento de la población amenaza el crecimiento económico es un estorbo para diseñar futuros alternos que sean deseables, viables y alcanzables. Los proyectos de transiciones justas a un Puerto Rico más justo y ecológicamente sustentable se beneficiarán de ignorar dicha demografía. 

Notas

1 Las creencias maltusianas cambiaron de carácter y prioridades a lo largo del siglo 20. Para principios de siglo, se consideraba neomaltusiano a quien promoviera métodos anticonceptivos para contener el crecimiento poblacional, cosa que horrorizaría al propio reverendo Malthus. Para el último cuarto de siglo, el neomaltusianismo se preocupaba por la amenaza que el crecimiento poblacional representaba sobre el ambiente. Mi uso del término maltusianismo agrupa todas estas vertientes que de una forma u otra consideran la población como una amenaza para el bienestar y el progreso social.

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