Prefacio: Transiciones para un vivir sabroso desde Colombia

Texto
Tatiana Roa Avendaño,
CENSAT Agua Viva, Colombia

Arte
Angie Vanessita

Prefacio: Transiciones para un vivir sabroso desde Colombia

En las montañas y los ríos de Santander en Colombia, comunidades campesinas y de pescadores construyen formas de vida acorde con los ritmos de la naturaleza y luchan contra la minería y el fracking. Son mujeres y hombres que han transformado sus sistemas productivos, agroalimentarios y su relación con la energía transitando hacia una perspectiva del mundo que comprende los límites físicos que compartimos con el resto del mundo vivo. Estas comunidades como otras en Colombia y América Latina saben que se requiere frenar el ritmo desenfrenado y reestablecer unas relaciones más armónicas con la naturaleza.

Por decenas de miles de años, los seres humanos dependimos de fuentes energéticas: sol, viento, agua, biomasa, mareas, que nos brinda en abundancia la naturaleza. Ellas han garantizado por milenios nuestras necesidades fundamentales. Sin embargo, hace unos siglos, una inmensa cantidad de energía solar fosilizada que se encuentra en el subsuelo en forma de carbón, petróleo o gas natural comenzó a ser utilizada y transformó por completo la vida de una parte importante de la humanidad. Más recientemente, la predominancia del petróleo en el modelo energético fue determinante para la configuración de nuestra cultura y muchas de nuestras aspiraciones y deseos.

Toda esa energía abundante y barata privilegió un modo de producción, distribución y consumo que exacerbó el metabolismo social y despreció la gran diversidad cultural y natural que existe en este maravilloso planeta azul. Además, causó muchos de los problemas que la humanidad padece: devastación ambiental, aniquilamiento de pueblos y culturas, deterioro creciente en las condiciones de vida de gran parte de la población y crisis climática y ambiental. De tal forma, que la vida tal y como la conocemos en la actualidad está amenazada.

América Latina y el Caribe proveen gran parte de la materia y energía que demanda este metabolismo social por ende sufren las implicaciones de la ampliación de las fronteras extractivas sobre sus territorios y culturas. También ocasiona una intensa y aguda conflictividad ambiental, esto ha llevado a que a lo largo y ancho de este continente, emerjan luchas y resistencias que reclaman abandonar la senda de los fósiles, y transitar hacia energías más limpias, realmente renovables, descentralizadas, desmercantilizadas y autónomas.

Caminar hacia una senda que ponga en el centro la vida es la ruta que se han planteado muchas organizaciones latinoamericanas, como las comunidades de Santander. Estas propuestas que hablan de transición energética justa, transiciones socioecológicas o pactos ecosociales no se refieren a meros cambios tecnológicos, sino que nos convoca a realizar transformaciones radicales en nuestra cultura. Estos es, en la forma como nos organizamos, como producimos nuestros alimentos y nos alimentamos, como y qué producimos y consumimos, como organizamos las ciudades, como nos relacionamos el campo y la ciudad, como nos movilizamos. Son rutas para superar este modelo energético fósil de muerte con profundas raíces patriarcales y coloniales que ha condenado amplios sectores de la población y territorios.

Estas propuestas que se construyen y debaten en América Latina tienen una importante coincidencia con los ricos planteamientos que hacen las autoras y los autores de la serie de ensayos de esta publicación promovida por JunteGente y El Puente-Enlace Latino de Acción Climática. Son propuestas múltiples que van desde la energía, la economía, la política, el derecho, la agricultura, el transporte, la ecología o la educación. Algunas están fundamentadas en la educación popular, el ecologismo, el ambientalismo o el cooperativimo.

Este libro es una muestra de que las transiciones ya están en marcha y se piensan e impulsan desde experiencias concretas por algunas organizaciones y comunidades puertorriqueñas: transforman los sistemas productivos y agroalimentarios, relocalizan actividades productivas, recuperan formas cooperativas y comunitarias de organización, promueven sistemas de transporte más sustentables, le apuestan al decrecimiento e invitan a desacelerar la vida. Se trata de propuesta que abogan por una organización de la vida en común orientada por valores que posibiliten condiciones justas, dignas y sustentables. De alguna manera, es una transicionar en la vía de asegurar el buen vivir o vivir sabroso que reclaman los pueblos del continente.